Dicen que la magia no existe, que todo es truco o habilidad del mago. También eso pensaba yo.



Fue a mediados de los años 80 cuando en una discoteca a altas horas de la noche un mago me hizo aquel juego de las tres cartas, en el que sin trampa ni cartón hacía que la carta de abajo viajara como por arte de magia a la posición superior. Esa noche fui infectado de por vida con el virus de la magia. Hoy día tengo ese juego en mi propio repertorio, y lo recuerdo con un cariño especial.



Por aquella época yo era un estudiante de instituto sin muchos recursos y lo primero que hice fue buscar dónde podía encontrar algún libro de magia. Para mi sorpresa y alegría en el rincón de una librería hallé dos ejemplares de magia con cartas, monedas y otros objetos de uso cotidiano.



Y allí estaba yo a las tres de la mañana, que en lugar de estudiar física o matemáticas con los ojos como platos devoraba aquellos libros en pocos días, y en cuestión de semanas ya conocía todos los secretos. Ahora era necesario practicar. Era increíble las cosas que se podían hacer con una baraja o con unas monedas. Después descubrí las tiendas donde conseguir los libros de magia, la verdad es que ir descubriendo poco a poco este mundo fue lo más mágico de todo, me sentía como un Harry Potter entrando por el anden 7 y tres cuartos hacia un mundo diferente, hacia el mundo de la magia.



La primera vez que fui a la Sociedad Española de Ilusionismo, en la calle Fuencarral de Madrid, me moría de vergüenza al ver tantos magos tan buenos que hacían aquellas cosas tan espectaculares con una baraja de cartas. Lo veía como un sueño inalcanzable.

Lo poco que yo sabía lo aprendí de los maestros que me enseñaron a través de los pocos libros que podía comprar, y aún no estaba preparado para actuar delante de otros magos. Al tercer día no volví por allí, ni el cuarto, ni el quinto, durante un par de años no volví más. Posiblemente por vergüenza o miedo de hacerlo mal.



Entre tanto, en fiestas, cumpleaños, bodas y bautizos siempre disfrutaba de mis quince minutos de gloria haciendo aquellos seis o siete juegos que formaban mi pequeño repertorio. Todos decían que lo hacía muy bien, con lo que un par de años después decidí volver a aquella sociedad de magos de mi ciudad.



La segunda vez volví con más ilusión que la primera, pero la historia se repitió, y ante mi impotencia para hacer mis juegos delante de magos que dominaban la prestidigitación del naipe mucho mejor que yo me desilusioné. Al cuarto día de ir por allí cuando salí a la calle tiré mi baraja a una papelera jurando no volver a cogerla nunca más. Estaba decepcionado y triste, era el final.



Varios años pasaron en los que no estudié nada nuevo y practiqué muy poco lo que ya sabía de antaño, aunque la verdad es que mis quince minutos de gloria volvían a hacerme levitar cuando sentía que a la gente le asombraba aquel humilde repertorio. ¡Que recuerdos!, si pudiese mirar por un agujerito y volver a vivir aquellos momentos...



Varios años después volví a retomar el tema y seguí estudiando en solitario con mis libros, bebiendo de los maestros y comparándome siempre con ellos, con la consiguiente insatisfacción lógica que ello conlleva, puesto que no me relacionaba con ningún circulo mágico y no tenía referencia de otros aprendices de mago como yo. En los libros está la esencia de la magia, la psicología, los juegos, la teoría, los secretos... pero al artista lo hacen las tablas y esas eran las que me faltaban a mi.



El día que entré a formar parte del Circulo Madrileño de Prestidigitadores (C.I.M.A.P.S.), donde hice muchos amigos, me di cuenta realmente de mi situación. Creía que sabía algo, pero lo sabía todo mal, había aprendido por libre, autodidacta puro y duro. La puerta de todos los secretos se acababa de abrir ahora para mi. Rodeado de otros magos me empapé de todo lo que era capaz, era como una esponja y todos los jueves aprendía algo nuevo. Nunca quise aprender muchas cosas de golpe, porque se me olvidan fácilmente, es mejor aprender una sola y guardarla en una cajita a buen recaudo.



Incluso confieso que bajo las sábanas más de una vez me quedé dormido con las cartas o alguna moneda entre los dedos. A veces era peor, y me acostaba leyendo como se hacía un juego y me daban las cinco de la mañana practicando delante del espejo, y hasta que no me salía medio regular no me iba a la cama. Luego al día siguiente ya sabía una cosa más, y poco a poco el conocimiento iba llegando al músculo, lentamente.



Todos los jueves había reunión y aprendía cosas nuevas, recuerdo cada juego, cada pase o cada detalle y de quién lo aprendí, cada consejo y cada tirón de orejas. Decían que yo era bueno, pero mi espinita estaba clavada en otro sitio y tenia que volver a intentarlo por tercera vez. Hacer magia delante de los magos era un auténtico reto para mi, tenía que seguir aprendiendo para no volver a fallar.

Un par de años después de estar entre magos comenzaron las primeras actuaciones en público, ¡qué nervios!, ¡qué recuerdos!.



Cuando volví a la Sociedad Española de Ilusionismo actué en el examen de ingreso y pasé la prueba para ser aceptado como socio. El prestigio del Círculo Magico de Madrid está reconocido por todos los magos del mundo, es cuna de grandes maestros y por ende grandes magos han salido de ella. Ganar el derecho de estar allí ya era para mi un éxito.



Durante otros tres años seguí actuando en todo tipo de eventos, y acudiendo a congresos de magia a nivel internacional, pero lo mejor estaba a punto de llegar. El trabajo realizado durante esos veinte años se vio recompensado en el 2006 por la comunidad mágica gracias a mi participación en varios concursos.



Ganar un concurso entre magos me produjo una sensación especialmente mágica, fue el Aplauso de Oro del Circulo Madrileño de Prestidigitadores, la primera vez que ganas algo siempre es una sensación muy especial, pero si además es en algo que te apasiona y recibes el reconocimiento de tus compañeros, el éxito es doble.



De todos los premios que he recibido, el que nunca hubiera imaginado fue el premio Editorial Paginas, en el Memorial Arturo de Ascanio 2006, organizado por el Círculo Mágico de Madrid y otorgado por el público. Los mismos magos que tanto respetaba ahora me regalaba semejante halago.



En el 2007 participé como concursante en el Congreso Nacional de Magia, no me conocía casi nadie, para mi era algo realmente impresionante. Durante meses preparé un número de 7 minutos. El objetivo era hacer un buen papel y coger experiencia. Gané el primer premio. Campeón de España.



Cuando no puedes tocar techo porque hace tiempo que superaste todas tus expectativas, y cuando parece que te quieres conformar con lo que tienes, a veces la vida se encarga de hacerte un regalo para remover tus cimientos y te da por pensar y mirar a las estrellas. Y si hemos llegado hasta aquí casi sin querer, ¿por qué no empezar a soñar?



En el 2009 participé en el campeonato del mundo de magia en la especialidad de close-up o magia de cerca que se celebró en Beijing (China), donde los mejores magos del mundo aspiran al máximo galardón posible en el mundo de la magia. Obtuve un quinto puesto. Fué mi primer mundial como aspirante y la crítica me trató bien. Misión cumplida.



Actualmente me dedico profesionalmente a la magia, fiestas privadas, eventos de empresa, cualquier ocasión es buena para mostrar lo que me gusta y lo que sé hacer. Siempre que empiezo una actuación pienso que da igual que hayas sido campeón de algo, porque cada noche empiezas de cero y ese día lo más importante es el público.



En el 2012 volví a intentarlo en el Campeonato Mundial de Magia que se celebró en Blackpool (Reino Unido).



Le agradezco todo esto a aquel mago que una noche a las tres de la mañana me hizo el juego de las tres cartas, se lo dedico a todos los maestros que me han regalado su tiempo, su paciencia y su conocimiento. ¡Tengo que agradecérselo a tanta gente!



A día de hoy sé menos de magia que hace treinta años, porque conozco más lo que me rodea y soy más consciente de lo que nunca llegaré a saber, sencillamente porque ni en mil años se puede aprender todo lo que este arte tiene para enseñar y aprender.



Cuando se acerca algún chaval que empieza como aficionado en esto de la magia recuerdo mis dificultades y mis miedos de aquella época y le doy la mano, para que no sienta temor y, si le apetece, no recorra el camino en solitario.



Me quedaría corto si dijese que la magia me lo ha dado todo, es más, no concibo la vida sin su chispa. ¿Y dicen que la magia no existe?, ¿Qué todo es truco o habilidad del mago?. No, la Magia si que existe y yo la he visto.



Creo que si hubiese sido pastor y viviese solo en mitad del campo con las piedras del suelo le haría magia a las cabras, y aún así también sería feliz.



JAQUE

​

​

​

'Existen dos clases de hombres: aquellos que duermen y sueñan de noche y aquellos que sueñan despiertos de día... esos son peligrosos, porque no cederán hasta ver sus sueños convertidos en realidad'.
                                                                                                                                                                           (Lawrence de Arabia).

​